Dulce Dazante,
que de tierras extrañas vinisteis a mi,
en un racconto de festividades,
de entre la euforia y la alegría de un alma ajena,
estabais vos ahí, entre la miltitud, de sereno semblante.
Pues de mi gozo es vuestra presencia,
llenando mi aire de brillo, tonos de fucsia y seducción;
es difícil domar lo que siento, pues como os he dicho,
más que pecho, parece un córcel galopando mi corazón.
Despertasteis al hombre, ese que quiere sólo teneros,
sin miramientos ni definiciones, más bien,
el sentimiento original: puro y desnudo.
No sabría qué decir para convenceros,
de que las noches serán eternas, si ambos entramos a este juego.
Espero confiar en el destino,
aunque en propias manospodría tomar esta cruzada;
una que la mueca vacía borró de mi faz,
y cambio el aroma de la mañana,
por unos ojos diamantes.
Cada pieza está siendo bien estudiada, pues,
en este éxtasis, el olvido no es escape.
Dejadme que os diga algo de suma importancia, Danzante,
y es que sólo con miraos,
la boca se seca,
y me convierto en vuestro naúfrago.
Si no fuesemos a arriesgar,
el sabor de la Victoria nunca podríamos disfrutaros,
pues, efímeros y vacíos iríamos a la deriva en esta campaña, empero,
tomais mi mano, y caminais de entre parajes nuevos y recónditos, a mi lado,
hasta la Luna sutilmente celos sentirá de nuestro pacto.
Os lo dice, el que llamais intelectual, empero,
un alma errante en busca de vos siempre he sido.
Quizás me estaré adelantando a vuestro futuro, pues,
en niebla aun permaneceis,
y cuando me llamas en madrugada, más de algún significado oculto debeís tener.
Si os sentís igual que yo, por favor, habladme desde el corazón,
no de vuestra razón moral, si no, del anhelo de vuestra tez fina y tersa.
Que las constelaciones que adornan vuestro rostro,
se ruboricen de vuestro imaginar.
Apagad vuestra mente, encended vuestro corazón,
dulce Danzante,
de tus movimientos rituales quiero embriagarme,
y recitaros susurrando al oído,
lo más dulces versos,
que nuncaen el mundo verán la luz.
Ya las últimas líneas, serán dedicadas sólo a vos,
al océano de sensaciones, donde haceis sumergirme;
pues mis sentidos pierden esencia, engañándome a plena luz del día,
dejándose llevar de instinto, instinto que vos os negaís.
Empero, estoy esperanzado, de que los mismos ángeles,
que en nuestro propio pasado, nos han asistido,
intervengan con señales, o por qué no, ensuciando sus manos,
y entendiendo, que nada ganará a esto, que corre como río al mar,
como las hojas al suelo desean en vuestro hermoso otoño,
donde todo da paso a nueva vida,
donde nacerán colores para nuestro deleite perpétuo.
Seré vuestro Otoño si os place, sólo si vos, deseas ser mi Primavera.
Dulce Danzante, de mundos mágicos y misterioso,
no rogaré vuestro entender, más bien os daré la razón,
para elegir vivir quién eres, y no una doncella rescatada en lejanos tiempos.
Nadie te juzgará por eso, ¡Arrepentiros los que tratasen!
pues, estarán condenados a saber que vivimos del otro,
dominando sus mundos, y sonriendo de alba a crepúsculo,
de entre dragones y elfos, hadas y elementales,
con el corazón lleno de sueños y cantares.
Aquí termina mi menester, pues me han llamado Bardo,
aquel que cuenta leyendas y hazañas,
pero hoy yace prendado.
De mi mente loca, muchas historias he creado,
empero, de la vuestra, espero ser siempre recordado.
Dejad vuestro nombre en gloria,
pues de dicha me has llenado,
ya a este errante sin rumbo,
nuevo sentido, Dulce Danzante, has obsequiado.
