Estoy esperando, o al menos eso pienso.
Aquí estoy mirando el techo de mi pieza, abrazado a mi perro, que con su pata me rasca la cara; así rompe el silencio.
No sé que estoy esperando ni por qué ando en este estado lastimero.
Me siento mal de cuerpo y alma. Mi cabeza para qué decir. Hay un remolino de cosas.
No quiero olvidar, pero me da miedo avanzar, no sabría que decirte o como el "que todo salga bien" llegue a su destinatario.
De verdad cuando las palabras se me confunden, me confundo yo. Soy palabras, soy emoción, soy sentimiento, pero en este instante, justo aquí tirado en mi casa, tratando de bloguear algo para estar calmo un par de horas, me invade el vacío.
Ese vacío que tanto temo, de ser tibio, de ser del centro, de ser ambiguo.
¿Por qué?
Necesito una palabra que me empuje, porque ni siquiera la cara de preocupación y el cariño de mi Jacob han podido.
Dormiré mucho, y quizás escuche a Manuel hoy. Hace mucho que no le escucho, y en una canción encontraré respuestas.
Ayúdame, que al parecer, me la está ganando...