Hay una estación de Metro que me produce nostalgia; una mezcla de entre alegría y tristeza. Un recuerdo de días brillantes y una sonrisa eterna.
"...Cuando hago el cambio de andén en Vicente Valdés, ya siento los nervios, hasta hoy.
Avanzan las estaciones, avanza el carro, avanza el tiempo.
Bellavista y Mirador, pasan rápido...
Ya avanzando a Pedrero, la sonrisa se aparecía sola en mi cara.
En aquellos días, te veía sentada en cualquiera de los extremos del andén, siempre pendiente de los carros que llegaban, y buscándome entre la multitud que subía y bajaba.
Ahora cuando el tren se detiene, te busco.
Busco esos ojos negros que me enamoraron; esos ojos negros que estaban perdidos ese día que te conocí, sentada en esa misma estación. Miro y miro por si de verdad el destino te quiso poner en ese andén en el mismo segundo que yo, esperando que me regale una excusa para verte y compartir unos minutos.
Pero nunca te he vuelto a ver ahí.
Sólo han sucedido despedidas en ese andén. Unas más largas que otras, pero siempre con el mismo final: Tú mirando el carro donde estoy, moviendo tu mano, buscando mis ojos, tratando de retener el tiempo, que se congele justo ahí.
No miento: he sentido ganas de bajar, como en aquel tiempo; bajar y irme contigo a donde nos lleve el atardecer.
Me pasa lo mismo cuando paso por Baquedano, Los Héroes, Estación Central y Universidad de Santiago. ¿Estarás aquí? ¿Habrás ido a clases? ¿Algún trámite? ¿Estarás perdida?
Me quedo en silencio, buscando; buscándote entre los rostro, entre la gente, entre la memoria..."
¿Qué si creo en las casualidades?
No amiga, si nos encontramos algún día, mientras miramos la multitud, no será ninguna coincidencia. Será el fin de la búsqueda.