Sabias y silenciosas, siempre las contemplo cuando tengo miedo de lo que pasará o cuando estoy perdido.
Vienen y van, enredadas en ese vaivén incesante, como bailarinas den el firmamento profundo.
Suelo pedirles deseos y hablar con ellas, en una especie de oración cósmica. Una tradición pagana y poderosa, íntima.
Llámenme loco, pero no soy el único.
Sé que tu también las miras y te quedas en silencio atrapada en su belleza.
¿Qué habrá más allá de ellas?
Miles de deseos; los míos, los tuyos y los de todos. Deseos que esperan su momento. para iluminar un rostro y revivir una fe dormida.
¿Es tonto pedir como deseo un milagro?.
Dime tú, pero dímelo en silencio, con complicidad.
No quiero la respuesta textual, quiero sólo vivirlo...