No recuerdo bien sus palabras, pero siempre la idea ha habitado mis pensamientos.
Si volviese a escribirla, quedaría así:
"Cariño, busca un tiempo de tranquilidad para esta carta. Habla de tí, y de la locura que significa el no dejar de pensarte.
Cada mañana despierto y sol te nombra, y aún entre la lluvia, pareciese que susurrara tus letras.
Tienes esa canción al caminar, y te empeñas en disipar las dudas de nuestras vidas. Siempre alegre, positiva, con una sonrisa que regalar o una frase esquiva; siempre te estaré agradecido por acompañar mi soledad.
En estos momentos te pienso y me es imposible no sonreír, es que estás llena de vida, y los días caminan al unísono con tu rostro. Como un pacto de complicidad donde he de brillar con tu dicha y apagar por tu melancolía.
Si te dijera que eres perfecta, me regañarías. Pues no es de tí sentirte como tal, pero a mis ojos, eres todo lo que alguien podría desear para si.
Perdóname: esto cambiará las cosas, y aquellas margaritas en tus mejillas sucumbirán a su dueño, su profundidad mística y alborotada simetría.
Lo he meditado tanto, y cuál ladrón, he robado a la Luna su tranquilidad, dejándola desnuda entre la neblina. No encontré la respuesta que vive en tu corazón. Ese laberinto de paredes cálidas que he tratado de resolver mil y una vez, perdiendo siempre en el intento. Quizás al sincerarme, encuentre la puerta que tanto ansié, o peor, el pozo que lleve a cruel destino.
Pues ese otoño, en que las hojas caían sobre nuestras manos fundidas por amor, dejó una cicatriz.
Tu locura y pasión es lo que todo hombre sediento busca en un desierto de rostros apenas reconocibles. Esas palabras que me acurrucan por las madrugadas, inspirándome valor para afrontar la vida, y me arman a ser lo que quieres para mi. Nunca me has rogado, y contadas veces me muestras tu debilidad. Tu fortaleza es siempre refugio en mi adversidad, y tu tacto tibio es capaz de revivir la inspiración.
Te dedicaría poemas y notas, pero eres de aquellas que prefieren el silencio, y que en la intimidad, el lenguaje corporal haga lo suyo.
He tratado de no olvidar aquello que me enseñas con esmero, a valorar la confianza, la belleza de los detalles y la verdad dominante dando cara.
Aquí estoy maestra, lo enseñado te lo demuestro y con creces.
Han sidos años de absoluto actuar, pensando cada gesto, siguiendo tus ojos y nunca he dudado de tus sueños.
Pues contigo, el tiempo se vuelve infinito, y lo relativo, absoluto. Si hasta el pestañear lo conviertes en un espectáculo mágico.
La noche y el día dan paso a tu vida, la mía, y porque no decirlo, la nuestra.
No temeré nunca más, pues tengo tu mano sobre mi, el resto, sucederá.
Es una nueva línea en tu diario: en mi felicidad siempre abrirá senda la tuya propia, tenlo seguro.
Por gestos, miradas y risas eternas, que iniciaron una tarde al borde de un ánden olvidado.
Lunática, todo cambiará, pero la oscuridad huirá del alba tal como ayer y siempre.
Ahórrate las palabras por respuesta, sólo regálame tu sonrisa cómplice..."

Nunca llegaste a manos de Lunática. Y me conformé por aullar a una Luna silenciosa, testigo de esta cobardía.
Me lo perdonaré algún día?
Seríamos otros hoy?
Y aunque hoy caminamos juntos bajo las hojas, nuestras manos sólo se rozan con vergüenza.
Las miradas se ruborizan, y cuando el tiempo se comienza a detener alrededor, evitamos notarlo.
Qué será?
Nunca
me cansaré de acomodar el mechón de pelo sobre tu frente. Y sé que tu
tampoco, pues al sentir mi mano, siempre cierras los ojos.